El chapitel de la iglesia de San Miguel Arcángel de Mota del Cuervo

            Así de bonita se mostraba la torre campanario de la iglesia de San Miguel Arcángel de Mota del Cuervo, observada por los vecinos de la villa desde el Paraje de la Sierra, especialmente por aquellos que llevaban su grano a moler a los numerosos molinos que lo poblaban, con su chapitel recién mandado restaurar por el cura párroco, del hábito de Santiago, D. Vicente de Mena y Vado.

Recreación de Bernabé Riquelme

            Desde el 2 de diciembre de 1796 se encontraba de visita en el pueblo el juez protector de iglesias, D. Rafael Gómez de Velasco, presbítero de Villanueva de Alcardete, que con su escribano de cámara, Juan Antonio Montero, había acudido a La Mota en su calidad de juez defensor de los caudales y obras pías de la fábrica de la iglesia, una figura instaurada en todos los lugares de la Orden de Santiago para evitar los desmanes que los mayordomos cometían en el gasto, en el cobro de censos y deudas, y en las pérdidas que se producía en el grano que se almacenaba en sus paneras.

            En estos finales del siglo XVIII casi todos los mayordomos fueron eclesiásticos, presbíteros de las villas, que se encargaban de la gestión de los caudales de las fábricas y, aunque la mayoría fueron licenciados, tuvieron muchos problemas en cuadrar cuentas y mantener cierto decoro. Sirva como ejemplo el caso del Ldo. D. Alfonso Izquierdo, presbítero y abogado de los Reales Consejos, mayordomo que fue de la fábrica de la iglesia, que estuvo acusado de mantener relaciones ilícitas con Águeda López Gil, de estado soltera.

            D. Rafael Gómez de Velasco, en presencia del cura párroco y con la intervención del alcalde ordinario por SM por el estado de la nobleza en La Mota, D. Tomás López Guerrero y Quintanilla, capitán de Provinciales de Alcázar de San Juan y caballero del hábito de Montesa, proveniente de una familia noble de Alcázar, estuvo revisando una por una todas las partidas de cargos y data que componían el libro de cuentas de la fábrica de la iglesia el año de 1795, cuando su mayordomo fue el presbítero D. Diego Felipe Martínez Carpintero. Entonces, la fábrica de la iglesia manejaba importantes cifras, pues el mayordomo recibió 30.206 reales y gastó 22.120, quedando un alcance a favor de la iglesia de 8.086 reales.

            Entre los gastos que hizo la iglesia hubo algunos que el juez protector admitió; por ejemplo, el retocar la efigie del Santísimo Cristo del Desamparo, conocido también como Cristo de los Siete Reviernes, una imagen sobre la que debemos investigar que debió ser copia de la obra que hizo Alonso de Mena, entre 1620-1630, que se encuentra en la Iglesia de San José de Madrid; imagen encargada por D. Juan Ramírez de Arellano, apellido tan ligado a la Mancha Santiaguista.

            Otros gastos no fueron aprobados por el juez protector; entre ellos tres mesas de altar talladas en madera, doradas y jaspeadas, para retirar los anteriores altares de yeso que estaban en las capillas de Ntra. Sra. del Rosario, de Ntra. Sra. del Carmen y en la de Santiago, en base que estas imágenes tenían cada una su propia cofradía, y alegaba que se deberían haber contratado a través de los caudales propios de ellas y no de la fábrica de la iglesia. El monto de cada una ascendió a la cantidad de 800 reales, dinero que muchas de ellas no disponían y por eso habían acudido al dinero de la iglesia.

            Una de los objetivos más importantes del juez protector de iglesias fue el de reconocer el estado del edificio . Para ello mandaron a Vicente Cano Triguero, maestro carpintero, y a Francisco Zarco Bacas, maestro alarife, que inspeccionaran el estado de tejados y chapitel y dieran su informe bajo declaración jurada; estos aceptaron el encargo e hicieron el trabajo.

            El mismo día 16 de diciembre declararon ambos. Vicente Cano Triguero, maestro carpintero, dijo que la linterna que se hallaba sobre el faldón del chapitel de la iglesia, estaba rota por diferentes partes y necesitaba repararse inmediatamente, para que las aguas dejaran de entrar y no estropeasen la madera. Para su reparo le pareció que el coste de plomo, madera y mano de obra, ascendería a unos 3.500 o 4.000 reales. El maestro alarife, Francisco Zarco Bacas expuso que la obra material de la fábrica no necesitaba reparo alguno, ni se descubría ninguna quiebra en su estructura; solamente era necesario que anualmente se efectuase la limpieza que se hacía todos los años, y que él hizo el pasado, así como el retejo general.

            Continuó la visita con el protocolo acostumbrado y otros menesteres que reflejaré en otros artículos, y, a su conclusión, pasaron a definir las necesidades de la fábrica, que fueron las siguientes: un terno completo de damasco encarnado para la liturgia, pues cuando el sacristán mostró al juez protector las vestimentas que se guardaban en la cómoda de madera de la sacristía, comprobaron que la mayor parte de ellas estaban mal tratadas y no les restaba mucho uso; se necesitaba componer el órgano que estaba en el coro, que se halló perdido; comprar dos misales nuevos, pues los existentes no eran suficientes para las misas que se daban a diario; y construir otra mesa de altar de madera, dorada y jaspeada para el altar de San Pedro, pues la que tenía estaba indecente.

            Terminada la visita de finales del año 1796, el juez protector regresó a finales de agosto del año siguiente de 1797 para comprobar de nuevo todo lo que se había hecho o faltaba por completar. Se enfadó mucho porque habían comprado la tela para el terno y se había reparado el chapitel de la iglesia, sin solicitar su permiso para ello, pero el cura párroco, D. Vicente de Mena y Vado lo justificó diciendo que el chapitel, poco después de la retirada de la vista de D. Rafael Gómez de Velasco, en que reconoció que estaba en estado deplorable y ruinoso, se agravó más, y se puso de manifiesto el sumo peligro y riesgo de caer a tierra, además de peligrar las maderas por la mucha abundancia de lluvia que hubo en la comarca; además la obra había sido llevada a cabo por los maestros de forma experta y sin exceso de dinero. Respecto al terno, había comprado ciertas varas de tela aconsejado por el maestro sastre. En cuanto a las nuevas mesas de altar y sus dorados se había hecho a petición de muchos feligreses y por adecentar lo más posible la iglesia por la pronta venida de la festividad del Corpus Cristi y su Octavario.

            En este sentido, también se habían hecho recientemente otras tres mesas de altar, con sus dorados y jaspeados, para los altares de San Rafael, San Antonio y Ntra. Sra. de la Concepción. Este altar de San Antonio, no nos cabe duda que estaría presidido por el magnífico lienzo encontrado recientemente en la iglesia, que representa a San Antonio de Padua tocado con sombrero de tres picos y el Niño en su brazo izquierdo.

            Finalmente decir que la torre campanario de la iglesia de San Miguel Arcángel estuvo tocada y decorada con un hermoso capitel construido de madera, plomo y pizarra, como muchas de las iglesias de la Mancha Santiaguista, Socuéllamos, Campo de Criptana, Quintanar de la Orden, resplandeciente desde el Paraje de la Sierra, que sería la admiración de todos los visitantes y vecinos. Hoy día perdido, pero recuperada su imagen gracias al buen hacer de Bernabé Riquelme, que, en su fotografía, ha dado sólo color a la iglesia, mientras ha mantenido las casas en gris, y retirado los edificios del polígono industrial.

            Por un momento imaginen que están en el Paraje de la Sierra, mirando en dirección a la iglesia tocada de su hermoso capitel.

¡FELIZ AÑO NUEVO!